domingo, 13 de enero de 2008

Para no olvidar

Hay cosas ante las que uno muestra indiferencia, pero que en realidad es una indiferencia falsa, en algunos casos porque no se pueden cambiar las cosas y es mejor dejar así y en otras porque es mejor hacerse el loco y mirar para otra parte, tratando de olvidar... siempre he querido escribir algo sobre Colombia y el conflicto, pero no he podido y como siempre hago en estos casos en los que simplemente el intelecto no me da para redactar algo coherente sobre lo que pienso, tomo o pirateo, escritos que veo y tienen algo de lo que yo pienso.
Así que como rechazo a esa indiferencia ante este problema, quiero poner este pequeño escrito de un sr. que se llama Jesús Abad Colorado L. que salio en la revista numero.

Poblados humeantes y abandonados; comunidades enteras condenadas a dejar atrás sus casas, sus sembrados y sus animales; campesinos mutilados por las minas antipersonales; familias que preguntan por sus parientes secuestrados y desaparecidos; otras que lloran a sus muertos acompañados por la multitud, o lo hacen rodeadas sólo por el monte y la selva; cientos de niños que no entienden lo que ocurre y que marchan aferrados a cerdos, perros y gallinas, defendiendo el último recuerdo de las parcelas y los hogares que abandonan, muchas veces para siempre.

Imágenes que no se me borran de la mente, se han convertido en un reconocimiento a quienes sufren, tantas veces impotentes y silenciados, los desmanes de este largo conflicto. Pero también está mi mirada a quienes portan armas y usan uniformes de combate. Muchachos, en su mayoría de origen campesino y otros tantos reclutados en los barrios pobres de las ciudades, haciendo la guerra, sufriendo la guerra y matándose día tras día con otros iguales que ellos. Jóvenes que mueren sin conocer el trasfondo de la confrontación y donde sólo sobreviven la armas, empuñadas luego por otros que los remplazan en las filas.
Tal vez ningún evento sea tan revelador de la condición humana como la guerra. Aunque su destrucción es la antiestética por excelencia, aquellos hombres y mujeres que le sobreviven, sus pertenencias, sus historias colectivas e individuales, son la personificación de la solidaridad y el amor, de la dignidad y la resistencia contra la testarudez y la impiedad de los verdugos y los corruptos. Ellos, los sobrevivientes, los que resisten y lo que les queda, son la estética y la vida en medio del dolor.
Con el paso de los años, estas imágenes de los silenciados se convertirán en un grito contra el olvido y la barbarie, contra el silencio y la impunidad de todos los actores armados y políticos, y deben sacudir la conciencia para que no haya más víctimas. La dignidad y la resistencia de los olvidados reclaman la solidaridad y el compromiso con la verdad.
Capa.blanca

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