sábado, 25 de agosto de 2007

Hay días que se convierten en perfectas sucesiones de uniformidad.

Desde el día 15 de… hasta el día 22 del mismo año y mes; mis días se convirtieron en una perfecta sucesión de uniformidad. Despierto a la misma hora, abro la ventana del cuarto, prendo un cigarrillo, me acuesto en la cama.; miro el reloj, son las 10 de la mañana, prendo otro cigarrillo, busco algo que hacer en ese pequeño cuarto, me topo con un libro, es de Edgar Allan Poe, me sumerjo en la lectura mas profunda que he podido tener en muchos años y comienzo a transitar por historias donde no tienen cabida el sol ni los días claros. Mientras transito por las calles de Londres persiguiendo al “Señor de la Multitud”, se despierta mi compañero de cuarto, son alrededor de la 12:30 de la tarde; él prende un cigarrillo y trata de ubicarse de nuevo en este mundo. Salimos del cuarto, es la hora de almorzar; la luz del día nos pega con tal fuerza que solo deseas volver a las oscuras y frías calles londinenses, pero hay que satisfacer el deseo de comer. Nos dirigimos al restaurante Jara-Jara ubicado en la calle principal, en este solo se encuentran la dueña, las cocineras y dos clientes, nos ubicamos en la mesa central y esperamos con paciencia y en silencio el almuerzo. Después de cumplir una de las labores principales del ser humano y de cualquier ser vivo, nos situamos en una mesa ubicada afuera del restaurante, nos tomamos un tinto y fumamos un par de cigarrillos, contemplamos la casi absoluta soledad de la calle principal, hablamos sobre los asuntos que tenemos que realizar esa tarde, sobre como vamos a realizar el trabajo por el cual nos encontramos en ese lugar. Son las tres de la tarde, el sol ya no esta en el cenit, sin embargo, la temperatura es tal vez mayor. Sostenemos un par de reuniones en el colegio, hablamos con algunos alumnos, observamos un partido de fútbol de mujeres, nos dan las siete de la noche, hora de dirigirse al Jara-Jara. Después de haber senado, jugado unos “chicos” de billar y tomado unas cervezas, nos enrutamos hacia nuestra guarida, para darle fin al día en este mundo. Antes de dormir, ceremonialmente prendemos un porro, o tal vez dos al ritmo de Janis Joplin, Cultura Profética, Sonora 8 y algo más. Comienza un nuevo día, dos de la mañana y termina el mío en este mundo. Tal vez mañana me levante uno o dos minutos más tarde, lea un libro diferente, vea una mujer hermosa, pero la sensación de que los días son iguales no cambio entre el 15 y el 22 de ese año y mes. Hay días que se convierten en perfectas sucesiones de uniformidad…
DIEGO.

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