De nuevo por acá, dejando de uno lo que por ahora se puede dar... poco. He intentado seguir el consejo de uno de mis amigos que demanda bastante de una persona que lo que ahora puede dar es... poco. Sin emargo, es bueno el ejercicio: tratar de convivir con uno mismo. De pronto me hice una imágen desvirtuada de lo que es en realidad eso; pasear de la mano conmigo mismo (lo de la mano no lo tomen tan literal ni por lo de manufactura...), sentarse un rato a tomar un tinto y conversar con uno mismo sobre situaciones actuales o pasadas que pesan en la mente. Tal vez lo complejo, es conocernos demasiado a nosotros mismos y negarlo. Creo que es probable, que quien más nos conoce somos nosotros. Pero negarlo es fácil. Se trata de no recargarnos de la temible obligación de ser conocedores de nuestras vidas. Es más fácil decir no a lo que queremos y soñamos, y entramos en un tremendo facilísmo que nos lleva a tomar lo que a la larga no queremos. Caemos en el error de tomar lo más próximo. Lo más cercano, y negamos lo que somos, lo que hemos construido con tanto sacrificio, lo que realmente vale la pena y en realidad perdura. Lo que nunca abandona, lo que no reprocha ni juzga. Lo que nos acepta y nos ama.
Entonces, desde ese punto de vista, debemos ser facilitadores o negociadores de nuestra vida con nuestra vida. Hacer un pacto de agresión, de aceptación; hacer un esfuerzo mutuo por ayudar a no caer en superficialidades ni desesperos ni falsas propagandas de nuestra felicidad. Para quienes han logrado alcanzarla, lo más grande debe apuntar a permancer ahí, pero obliga a ser medianamente sabios y conscientes de lo que realmente significa ser feliz.
Mientras tanto, sabemos que podemos obviar la búsqueda de nuestro yo interno, que ha estado ahí siempre. Debe existir una armonía absoluta, pues a la larga, permaneceremos juntos aún despues de la muerte.
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Para todos mis panas, un saludo a mi manera. Que se entienda como algo menos trascendente de lo que debe ser, y que sea más útil de lo que probablemente nunca será.
SANTIAGO PÉREZ MUÑOZ
Entonces, desde ese punto de vista, debemos ser facilitadores o negociadores de nuestra vida con nuestra vida. Hacer un pacto de agresión, de aceptación; hacer un esfuerzo mutuo por ayudar a no caer en superficialidades ni desesperos ni falsas propagandas de nuestra felicidad. Para quienes han logrado alcanzarla, lo más grande debe apuntar a permancer ahí, pero obliga a ser medianamente sabios y conscientes de lo que realmente significa ser feliz.
Mientras tanto, sabemos que podemos obviar la búsqueda de nuestro yo interno, que ha estado ahí siempre. Debe existir una armonía absoluta, pues a la larga, permaneceremos juntos aún despues de la muerte.
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Para todos mis panas, un saludo a mi manera. Que se entienda como algo menos trascendente de lo que debe ser, y que sea más útil de lo que probablemente nunca será.
SANTIAGO PÉREZ MUÑOZ
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